Veinte años después ya no se considera una novata. Por supuesto que ahora no toleraría alguna broma fuera de tono. Eran jóvenes, como ella, ese par de gamberros. Ya no trabajan en la compañía. Las burlas duraron muy poco. Hasta que fueron pillados con las manos en la masa por uno de los jefes.
Le molestó aquel suceso, pero no lo recuerda con especial hostilidad. Los dos muchachos, casualmente uno rubio y otro moreno, como Zipi y Zape, se dirigieron a ella para pedirles unos datos que obraban en su poder. Mientras ella buscaba la documentación, ellos comenzaron a simular que estaban hablando. Solo movían la boca y gesticulaban. Silvia se puso nerviosa y empezó a accionar el volumen de los audífonos. Nada. Solo el silencio. Tras unos momentos de desasosiego, ella les miró muy enfadada. Ellos se marcharon riendo. Solo repitieron la broma una vez más. Pero fueron sorprendidos. Desde entonces nadie ha osado burlarse de su discapacidad. Solo ha encontrado respeto y mucha ayuda por parte de la mayoría de sus compañeros.
El ambiente ha sido tan propicio para el crecimiento personal y profesional que Silvia, que empezó como secretaria (ahora se llaman secretaria de dirección) ocupa un cargo de máxima confianza junto al director general de la empresa. Asesora en materias importantes. En la administración pública el rol que desempeña se llama jefatura de gabinete. A Silvia le dan igual los nombres. Ella ha llegado lejos, con dedicación y mucho esfuerzo. A veces, algunas veces, olvida incluso que lleva audífonos, que sin ellos no podría desenvolverse con casi total normalidad. Y también sabe que ella ha tenido la suerte de la que otros en su situación carecen.