Susana vive en un bucle del que parece que no va a salir nunca. Su madre sigue sin adaptarse al audífono. Cuando se lo colocan en el centro audiológico todo va sobre ruedas. Pero al llegar el momento de ponérselo ella comienzan los problemas. Por eso van a probar con otro modelo más fino.
María sigue muy baja de moral. Intenta llevar la vida de siempre, pero no está bien. Ella dice a sus dos hijas que la llamen por la mañana para no levantarse tarde. Ha dejado de usar el despertador de luz. Incluso recurre a su hermano para que pase a buscarla y que no se le peguen las sábanas.
Toda la paciencia que Susana genera con su madre es la que le falta con su compañera Rosa.Y lo verbaliza en cuanto tiene ocasión, pero siempre con gente ajena a su entorno laboral.
– Casi nadie sabe que Rosa es sorda y que lleva audífonos. Los camufla muy bien. Entramos casi al mismo tiempo a trabajar en la empresa y ella me lo contó. El resto de la gente de la oficina se pregunta por qué grita tanto. Y sobre todo por qué grita esas tonterías. Su tono de voz se ha hecho muy insoportable. Incluso ha tenido alguna queja de los clientes por su manera de dirigirse a ellos.
No cree Susana en el destino y mucho menos en el karma, pero empieza a asustarse de tanta coincidencia: su madre, su compañera Rosa, su tío también tiene problemas de audición, aunque de momento se niega a hacerse una revisión audiológica que le indique el estado de su salud auditiva. Y una idea le viene a la cabeza: algún día quizá yo también necesite llevar audífonos.