Una de mis actividades de ocio preferidas es ir al cine. Comencé a disfrutarla plenamente cuando, hace bastantes años, a través de un amigo extranjero, conocí todas las salas de Madrid donde se proyectan películas en versión original con subtítulos en español. En aquel momento, mucha gente (incluida yo misma) pensaba que allí solo se exhibía cine “sesudo” e “intelectual”, para gente con profundos conocimientos del séptimo arte, que detestaba lo que algunos, con desdén, denominan películas comerciales. Sin embargo, lo que yo descubrí fue que en aquellas seis o siete salas de cine, yo podía elegir ver películas inglesas, americanas, francesas, italianas, chinas, iraníes, etc., y disfrutar plenamente de ellas; porque al estar subtituladas en castellano, en todas ellas podría entender el cien por cien de los diálogos, y no me quedaría con esa sensación, que había tenido siempre cuando iba a ver una película doblada, de perderme muchas frases completas, a las que yo siempre atribuía (aunque no fuese realmente así), una importancia vital en la trama.
Desde entonces, comencé a ir al cine frecuentemente, casi todos los fines de semana. En ocasiones acompañada y, también, sola; porque en España, contrariamente a otros países de nuestro entorno, la mayoría de la gente está acostumbrada al doblaje, y a muchas personas no les gusta ver una película en su idioma original, aunque tenga subtítulos que puedan entender. Posteriormente, cuando gracias a la asociación Oír es Clave (AG Bell International), comencé a conocer a otras personas con pérdida auditiva, el ir al cine y tomarnos algo después para comentar la película y contarnos un poco de nuestras vidas, se convirtió en una de nuestras actividades preferidas para no perder el contacto.
Con la llegada de la pandemia, tuvimos que dejar de hacerlo, pero este año ya hemos retomado dicha actividad. Recientemente, quedamos un domingo y, en el chat previo, comenzó el debate sobre que peli elegir de las que había en ese momento en cartelera. Como siempre, nos decantamos por una extranjera, la americana “Amsterdam”, y tuvimos que descartar muchas que nos hubiera apetecido ver, como “Los renglones torcidos de Dios”, con mi admirada Barbara Lennie, “Vasil”, por la que ya han dado premios al gran Karra Elejalde, o “No mires a los ojos” (me encanta Leonor Watling).
Porque aquí, si uno tiene la suerte de vivir en la capital o en alguna ciudad grande, sí es posible ver una película en cualquier otro idioma subtitulada en español. Pero, por el contrario, no es posible ver en el cine una película española con subtítulos en español, para facilitar el pleno entendimiento y la accesibilidad a quienes tienen una pérdida de audición; salvo que se trate de eventos concretos que, en algunos casos, se han programado por alguna fundación relacionada con la discapacidad.
Ni un solo día de la semana, en ninguna sesión concreta. En ningún cine.
También es posible, sin embargo, ver películas españolas subtituladas en inglés. Así he visto yo “Que Dios nos perdone” de Rodrigo Sorogoyen (con lo que me gustó esta, y la serie “Antidisturbios”, ahora estrena “As bestas”, y tampoco podré disfrutarla en el cine), la excelente “La isla mínima”, de Alberto Rodríguez (no pude ver su reciente estreno “Modelo 77”, con el gran Javier Gutiérrez), y las últimas de Pedro Almodóvar, “Dolor y gloria” (no te pierdas a Antonio Banderas) y “Madres paralelas”.
No se cumple el Real Decreto Legislativo 1/2013, de 29 de noviembre, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley general de derechos de las personas con discapacidad y su inclusión social, que reguló la realización de ajustes razonables para lograr la accesibilidad en bienes y servicios disponibles para el público, con plazo máximo el 4 de diciembre de 2017.
Cuando he preguntado al respecto en el Ministerio de Cultura y Deportes, me han explicado que, gracias a los avances tecnológicos, el subtitulado de una película no tiene un coste muy elevado y que, además, está subvencionado. También, que ellos exigen que la copia allí depositada lo tenga; pero, después, no pueden obligar a productores, distribuidores y exhibidores a que subtitulen las copias que se proyectan en las salas.
Más allá del plano normativo sé que, con las plataformas audiovisuales, que tanto auge han alcanzado en estos últimos años, en pocas semanas, las películas que se proyectan en los cines estarán disponibles para ser visionadas en nuestra televisión, ordenador o teléfono móvil. Y que ahí sí podremos hacer uso de ese subtitulado, que nos es imprescindible, a quienes tenemos una pérdida de audición, para disfrutar de ellas.
Pero me resulta muy contradictorio que el sector cinematográfico español que, año tras año, en la gala de los Goya, manifiesta su pesar porque cada vez son menos los espectadores que eligen sus películas o, directamente, quienes pagan una entrada por disfrutar del cine en salas, no facilite y promueva que lo hagan las personas que tienen una discapacidad auditiva, privándoles de disfrutar en igualdad, y perdiendo ingresos.
¿Sería posible que alguna sala de cine, de esas cuyos espectadores ya están acostumbrados a ver las películas con subtítulos, programase alguna sesión a la semana, en la que las películas españolas resultasen accesibles para todos?