Manuel no se considera supersticioso “por si trae mala suerte”. Ha bromeado con sus acúfenos, en los momentos en que el buen humor todavía le sale: “No sé si es mal de ojo o alguien está haciendo vudú conmigo. Porque no es solo el asunto de los pitidos”. Nunca le gustó hablar de su estado de salud, pero ahora necesita comunicar a la gente de su entorno que no se siente bien, que la moral empieza a resentirse. Según pasan los días las sensaciones son peores.
Cuando empezó a percibir más fuertes los pitidos en el oído izquierdo, tomó la determinación de acudir a un otorrino especializado en tinnitus. Porque los percibía incluso en ambientes con mucho ruido. Tras una audiometría, el doctor le comunicó que los acúfenos no tienen cura. Le sugirió que se buscará un entretenimiento. Manuel se vino abajo en ese instante. Salió de la consulta llorando.
El pitido no se le quita. A veces le vuelven las ganas de hacer bromas y dice que “ya está bien, que aquel que está hablando mal de él que lo deje”. Cree que ya no es el mismo. Para no seguir cayendo, ha decidido ponerse un auricular del móvil y escuchar “ruido blanco” para tapar el pitido. No hay tregua. El acúfeno lo escucha desde que se levanta de la cama hasta que se duerme. En estos tiempos ha conocido a gente con la misma dolencia, pero que solo les molesta por la noche. Sabe que hay enfermedades mucho peores, pero eso no le consuela demasiado. Está tan desesperado que utiliza las redes sociales para expresar sus sentimientos.