Raquel suspira antes de hablar. Quiere ser comedida, que no le puedan los malos momentos, esos instantes al borde de la discusión, de la incomunicación. “Afortunadamente, ahora estamos mucho mejor. Tardó mi madre en hacerme caso y consultar con un especialista. Gracias a los audífonos nuestra relación ha cambiado. Y bastante”, explica Raquel.
La madre de Raquel vive sola hace más de quince años. Aunque sus hijos están muy pendientes de ella, no es lo mismo compartir el día a día que verte de vez en cuando: “Así es más difícil darte cuenta de los pequeños cambios. Nosotros no nos dimos cuenta de que estaba perdiendo oído. Al principio, claro”.
Las alarmas se dispararon con una disputa vecinal. Raquel y su hermano se encontraron de la noche a la mañana con un panorama en casa de su madre desconocido hasta entonces. “Jamás en la vida -afirma Raquel- hubo en el domicilio familiar un problema con ningún vecino. Estábamos extrañados y también asustados por mi madre”.
¿Cómo comenzó todo? Al lado de la madre de Raquel vivía una muchacha joven. Llevaba unos dos años en ese piso. Y nunca habían saltado chispas. ¿Qué es lo que había cambiado? Según relata Raquel, su madre tenía que soportar cómo aporreaban las paredes pidiendo silencio. Asustada, la madre no se atrevía pedir explicaciones, pero tampoco a dirigirse a la comunidad de propietarios.
Antes de dirigirse a la vecina, a Raquel se le ocurrió presentarse una tarde-noche por sorpresa en el domicilio de su madre: “Entonces me di cuenta. Tenía la televisión a todo trapo porque a un volumen normal no se enteraba de nada”. Tras disculparse con la vecina, convenció a su madre para que se hiciera unas pruebas. Ya habían localizado el problema.