Decía Victor Hugo, el escritor francés autor de Los miserables: “Qué importa la sordera del oído cuando la mente oye, la verdadera sordera, la incurable sordera es la de la mente”.
El hecho de que no haya cifras oficiales en España de personas con discapacidad auditiva desde la Encuesta del Instituto Nacional de Estadística del año 2000 ya implica un cierto desprecio hacia un colectivo que supera el millón de afectados.
Los sordos, esa legión invisible, no siempre gozan de la atención necesaria por parte de las distintas administraciones. Las ayudas económicas para la adquisición de audífonos a cualquier edad y por la implantación bilateral y el acceso a nuevos procesadores y accesorios cuando sea necesario son el caballo de batalla de multitud de asociaciones en defensa de los derechos de las personas con discapacidad auditiva.
Otro reto lo configura la extensión de la accesibilidad en nuestras ciudades (centros de cultura, turismo…) Pero lo verdaderamente importante es que nuestros conciudadanos superen la sordera de la mente y nos tengan en cuenta.