Muchas de las películas y series de temática adolescente o ‘teen’ entrañan dentro de sí un complejo sistema cultural de buenos y malos, guapos y no tan guapos, personas con éxito o sin él que parece aducir a factores genéticos. En realidad, es como todo: pura ficción, pero sí hay un hecho que hay que destacar en positivo, y es que así como el sistema es insostenible y ficticio, la base moral y psicológica es aplicable a la vida real.
Esa máxima de la que hablo es que con confianza en uno mismo, se pueden conseguir muchas cosas. Los guapos de la clase, venerados y envidiados siempre por los no tan agraciados (en ese sistema superficial tan poco realista), son los que finalmente consiguen lo que se proponen: las mejores becas en las universidades, la chica de ensueño, popularidad y la admiración del grupo. Es decir, los que tienen éxito, una parte, porque confían en sí mismos, y, por la otra parte, se lo han regalado los demás.
Pero para ello tiene que haber una iniciativa previa, una confianza y, sobre todo, un “quererse querer”. Múltiples estudios afirman que cuando una persona (sea sorda o no) toma la iniciativa de su propia vida, suele tener más éxitos que aquellas que buscan las oportunidades y no esperan que se las den hechas.
Pero esto es un rasgo mundial en todas las culturas. Incluida en el grupo social de las personas sordas, muchas veces abnegadas a pensar que, como tienen una deficiencia auditiva, no es su trabajo más que esperar a que las cosas lleguen por arte de magia.
Es muy común pensar, entre las personas sordas, que, como ya desde niños nuestros padres han hecho todo lo posible para que nos enterásemos de todo o de lo más posible, y de alguna forma inconsciente y moralista, esperamos que éste no sea sólo un comportamiento de la familia, si no que se extienda. Pero lo cierto es que no es así: las cosas hay que pelearlas, hay que mostrar iniciativa, interés y, con ello, ganar algo que muchas veces nos sentimos denegados: el factor de la elección, de la decisión, del elegir y configurarlas de acuerdo a nuestros intereses. En definitiva, el éxito, al igual que las relaciones personales y profesionales, empieza por uno mismo y por la iniciativa de uno, independientemente de su discapacidad auditiva o no.
Identificar qué situaciones son intangibles y cuáles, por contra, las podemos cambiar es un paso crucial. En nuestro caso concreto, la delgada línea separa aquellas características dadas como consecuencia de la deficiencia auditiva y que repercuten en nuestra vida de manera innegable. Una vez que esta cuestión está clara y bien delimitada. Hay cuestiones de la vida que puedes controlar y otras que se escaparán de tu mano.
Esto sucede gracias a la confianza en uno mismo. Y a una dosis de realismo que hay que ir adquiriendo: Aunque, como diría Ortega y Gasset, “yo sea yo y mis circunstancias”, muchas veces las circunstancias las marca la actitud de uno mismo ante la vida. Y aunque no es el caso de la deficiencia auditiva, que nadie elige, sí lo es la forma en la que uno se enfrenta a ese problema.
José Agustín Goytisolo escribió a su hija Julia un verso que resume lo arriba explicado: “Por lo demás no hay elección, y este mundo tal como es, será todo tu patrimonio”. Las cartas ya fueron repartidas y tan sólo hay que saber cuál es la combinación perfecta y las reglas del juego para ganar la partida. Es decir, conocer el “patrimonio”, diría Goytisolo, y, a partir de él, dibujar el camino.
No sólo se consigue lo que se desea con una buena actitud hacia la vida y ante los problemas, si no que se trata de un círculo vicioso capaz de unir a las máximas “confianza en uno mismo”, “éxito” y “autonomía para decidir”. Todo ello, aderezado con el componente de “encontrar y conocer el límite de cada uno” Porque el mundo prefabricado, sin configurar y superficial que nos venden en las series de adolescentes norteamericanas es sólo una ficción que se cura con la actitud.