Toda pareja que espera un hijo dice eso de “toco madera para que vengan bien”. Esa frase, muchos años atrás, tenía cierto sentido. Más concretamente cuando la detección precoz y las tecnologías de la biomedicina para el control tanto de enfermedades como de síndromes brillaban por su ausencia. Ahora, el tónico es avisar de todo lo que el bebé puede traer consigo, para evitar las acusaciones de negligencia médica.
Tampoco es que éste sea el tema que voy a tratar, más bien al contrario. Así como hay miedo de que los bebés nazcan con deficiencia auditiva, también debería haber miedo de que no la tuvieran. Me explico en mi rebuscado razonamiento: la deficiencia auditiva no hace al niño más o menos inteligente, ni mejor persona, ni siquiera más guapo o más feo. La deficiencia auditiva trae consigo una atmósfera donde conviven tanto médicos como logopedas, educadores, audioprotesistas, etc. Al igual que cuando el niño es bueno dando patadas al balón, la atmósfera se impregna de preparadores físicos, entrenadores, gimnasio, fisioterapeuta, etc.
La diferencia es que al niño prodigio de la pelota, en muchas ocasiones le dan a elegir. A las personas con deficiencia auditiva nunca tienen la oportunidad de elegir si quieren o no una deficiencia auditiva para sus vidas.
El miedo es algo normal y necesario. Uno se valora más cuando se atreve a enfrentarse a su miedo, pero también es muy relativo. Si no tienes miedo a una cosa, tendrás miedo a otra, pero lo tendrás. Es una sensación omnipresente.
Ahora que la medicina está mucho más avanzada que cuando nuestros abuelos decían aquello de “tocar madera” y tener suerte, también juega a nuestro favor en el caso de que vayamos a tener un hijo con deficiencia auditiva o que la desarrolle después. En aquellos tiempos donde imperaba la “buena” o “mala suerte” como camino para no hacerse preguntas, las personas con deficiencia auditiva eran recluidas en sus casas, con la tonta confusión de que padecían de mudez también y sin la tecnología necesaria para hacer su vida más autónoma e independiente.
Y para eso, se necesita miedo: para pensar fríamente, para valorar lo que uno tiene y para valorar los progresos de los hijos. Pero el miedo no es sinónimo del terror, porque no estoy buscando aterrorizar al personal, tan sólo hacer retrospectiva de la vida de uno y balance, mucho balance.
Con más motivo, unos padres con deficiencia auditiva tienen miedo de que su hijo la herede. Pero, en el caso de que así fuese, esos hijos tienen ya a los expertos en casa, y el capítulo de la “comprensión” del problema se habrá allanado un poco más.
Hoy se tiene más control sobre los defectos “de fábrica” que acompañan a los bebés, pero, muy afortunadamente, no podemos eliminarlos por completo. La deficiencia auditiva, al igual que ser un genio del balón, ser alto, bajo, flaco, gordo, mulato, asiático, mujer, hombre (o, incluso, planta) condicionará su vida y como padres, no será nuestra labor “solucionar” ese problema, si no, más bien, dotar al niño de todas las herramientas necesarias para que él aprenda a solventar la situación, sea cual sea la situación y sea cual sea el problema.
Yo se que había escuchado halbar de esta enfermedad; es algo realmente duro, no solo porque seas mucho mas frágil que los demás sino que eso te limita mucho. Como una historia que vi sobre un niño que deseaba ser futbolista profesional, pero ese es un deseo que nunca se cumplirá ya que ni siquiera puede jugar con sus compañeros en un simple recreo del cole, porque si le diesen un empujón o una patada podredan mandarle al hospital y no solo de paso sino que seria algo grave. Y al igual que este niño todos los demás, no podrán hacer muchas de las cosas que desean ni de las cosas que le hacen iguales a los demás niños, porque podría ser peligroso, estarían en peligro permanente y no pretendo apartarlos ni marginarlos, pero lo cierto es que nunca podredan ser como los demás, si trataran de hacerlo estaredan exponiendo su vida en todo momento creo que eso no merece la pena es arriesgar mucho.