Personas sordas y música. Paradojas de la vida, que dirían algunos. Los ritmos y las voces ahogadas en melodías pueden resultar, en el mejor de los casos, un desafío a la ignorancia de quienes piensan que el único enlace probable entre oído musical y personas con deficiencia auditiva es Bethoveen cuando, en realidad, ya de por sí, el silencio resulta melodioso.
Comprobé la hazaña recientemente en un bar: mi amigo sordo me preguntó qué cuál era la canción que sonaba a gran volumen en el antro. “Shut up”, le contesté, refiriéndome al antológico tema de The Black Eyed Peas. Quedé asombrada cuando, tras darse por enterado, comenzó a mover los labios acertadamente desgarrando, una a una, las palabras en inglés que contenía la letra.
“Shut up” no es, precisamente, una canción fácil: El ritmo conforma una “base” (es decir, un conjunto de repeticiones rítmicas y melódicas muy utilizados en el género rap). Repetitiva y uniforme. Con una leve modificación en el estribillo incluso dificultosa para una persona oyente. Me pregunté cómo lo habría hecho y al poco caí en que mi amigo me preguntó al comienzo de cada canción que de cuál se trataba.
No fallaba una. Tenía bien aprendido todo el catálogo y se basaba, principalmente, en entrenar sus oídos y su capacidad de memoria en su casa al tanto que disfrutaba de la música. No era un melómano, pero podría llegar a serlo perfectamente: Si con la pérdida auditiva llegaba a dominar los estilos musicales de esa forma, no me quiero imaginar toda la discografía que podría archivar si no tuviera ninguna discapacidad sensorial.
Me asustaría. Tal y como me asustó, tal vez, el niño que felicitó las pascuas cantando un villancico en la web de CLAVE, durante todo el pasado mes de diciembre. Sentí miedo de que fuera sólo un mito antiguo sólo destronado por Beethoven la disociación de la música y las personas con problemas de audición. De nuevo una paradoja, ya que las nuevas tecnologías y los avances en prótesis mejoran cada día y adhieren más firmemente a las personas con discapacidad a una realidad con más horizontes, en donde el oído musical no está, ni mucho menos, limitado a la capacidad auditiva.
Lo peor es que no va a ser ni el primer ni el último mito a enterrar bajo un manto de razones obvias, sino que también significa un nuevo campo sobre el que investigar: ¿Mejoraría la percepción musical si se trabajara en las sesiones de logopedia? ¿Ayudaría a mejorar la confianza del joven en sí mismo y su integración si se potenciase su capacidad de disfrutar de la música? Podría ser.
Demostrado está que la música está presente en todas las culturas y que forma una parte fundamental de ellas, tanto individualmente como en conjunto. Por eso, y porque oído y voz no siempre van de la mano, la música es otra oportunidad que las personas sordas no deberíamos perdernos.
Cuando tenemos una dificultad, del tipo que sea, nos esforzamos más.
Por otro lado , en efecto, el talento musical no está reñido ni va de la mano con un oído sano. Sólo de un oído refinado y con gusto. El talento para la música no está en la capacidad del oído, está la capacidad cerebral.
Cuando se tiene una carencia auditiva, normalmente se procurará escuchar música de la mejor, porque la mala , molesta. Un cantante que vocaliza mal a una persona sin problema de oído casi le pasa desapercibido. Un grupo que toque levemente descoordinado, una persona sin problema de oído por lo general , no lo nota , porque no se fija.
El problema de oído nos vuelve de cara a la música mucho más selectivos, en lugar de alejarnos de ella.
A la hora de un deficiente auditivo ser músico: siempre se le exigirá el cuádruple. Cada fallo que tenga «es por su problema de oído». O simplemente sin escucharle ya nadie creerá en él.Hacen más caso de un pintor ciego que de un músico sordo.