[vc_row][vc_column][vc_column_text]Ella sabía de primera mano que podía ocurrir. Como profesional del sistema de salud (Rosario es enfermera) conocía que la pérdida de audición es un efecto secundario de la quimioterapia. Lo importante era acabar con el cáncer y no darle oportunidad de volver a presentarse. Sigue poniéndose nerviosa cada vez que se hace una revisión. Cree que es lo normal. Tras la intervención y el posterior tratamiento tiene una calidad de vida muy buena. Sigue ejerciendo su profesión en el mismo hospital donde ya lleva veinte años. Y la pérdida de audición, en fin, convive con ella.
La quimioterapia ataca las células ciliadas de la cóclea en el oído interno que vibran en respuesta a las ondas sonoras. Diferentes estudios clínicos demuestran que es más recurrente de lo que pudiera pensarse, sobre todo si el tratamiento ha sido con cisplatino. Rosario tenía algunas papeletas y le tocó en suerte.
Esta pérdida de audición suele afectar a las altas frecuencias, lo que provoca que la discapacidad auditiva sea menos evidente. A Rosario apenas le afecta para su vida cotidiana. Por ejemplo, es muy aficionada a la música: todos los jueves acude a un local cerca de su casa a aprender baile con otras compañeras del hospital. Se divierten muchísimo. No tiene apenas problemas tampoco con el volumen de la televisión ni para las conversaciones por teléfono. Se considera afortunada porque la pérdida de audición es muy leve. En cualquier caso, piensa que este efecto secundario es muy poco en comparación con la salud de la que ahora goza.
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