Eso de vivir en silencio tiene sus ventajas. Así como puedes concentrarte mejor cuando estudias y puedes prescindir del molesto sonido tan sólo apagando la prótesis auditiva, puedes abstraerte del mundo cuando estás muy cansado, quizás tras haber seguido con mucha atención y entrega, conversaciones de grupo por un tiempo prolongado.
Seguir las conversaciones puede ser realmente muy cansado cuando el ruido y la luz no son las adecuadas. No sólo es cansado para quien pone todo su empeño en estar en el time-line del intercambio comunicativo. También el soporte es muy importante y en él también se depositan muchas confianzas.
Con “el soporte” me estoy refiriendo a aquellos actores que sacarificarán su seguimiento de la conversación para hacer un aparte y mantener al tanto a la persona con deficiencia auditiva. A veces las personas con discapacidad auditiva no nos damos cuenta del enorme esfuerzo que significa para estos guardianes de la comunicación el hacer un inciso en su escucha para introducirnos a nosotros en el debate.
Pero mi reflexión va más allá. Hoy quiero identificar cuáles son los verdaderos factores del cansancio cuando seguimos una conversación por tiempo indeterminado y cuando el ecosistema no es el más adecuado. Primero de todo, sirva como amortiguador del problema el saber que en muchas ocasiones, crear el ecosistema adecuado puede ahorrarnos muchas energías después: buscar el sitio idóneo, en donde tanto la luz para leer los labios y los ruidos externos confluyan en una armonía zen que no nos impida realizar nuestra operación. Para ello, perder la timidez y la vergüenza: para la mayoría de las personas, aunque parezca mentira, no les supone ningún problema este cambio de situación estratégica.
También el pensamiento zen podría interiorizarse y manifestarse en nuestro comportamiento. No es necesario entender el 100% de las palabras para captar el sentido de una frase. Tampoco hay que renegar de enterarse del contenido de la conversación con el método “Sí, sí” –del que ya hemos hablado en otro post anterior-, pero sí se necesita paciencia y pensamiento zen para vencer el agotamiento de seguir las conversaciones durante horas.
Mientras una persona sin deficiencia auditiva puede seguir ocho horas de explicaciones de neurociencia con pizarra y vídeos incluidos y tomando apuntes sin que la fatiga le corroa por las venas, una persona con discapacidad auditiva presentará una desconcentración e imposibilidad de centrarse al cabo de un largo rato, debido al intenso esfuerzo que se genera.
Es un agotamiento necesario y al que hay que sucumbir porque, aunque es más fácil esperar que ese “soporte” del que hablábamos nos proporcione la información necesaria, es vital para la autonomía sentir que el esfuerzo de seguir las conversaciones o las explicaciones del profesor merece la pena, pidiendo toda la ayuda que nos sea necesaria, durante o después del comentario en donde se haya producido, pero sin concesiones en ese aspecto.
El truco, si lo hubiera, tendría que estar asociado a la filosofía zen: llegará con la calma necesaria. El estrés, de hecho, conduce a un mayor agotamiento. Y cuanto más tranquilo, más abierto a otras dimensiones de la vida, y cuanto más abierto, en definitiva, se sea persona sorda o no, más receptivos estamos. En todos los sentidos.
Hago público desde este blog mi firme apoyo a la receta orienta del equilibrio, entorno y paciencia para conseguir los logros, aunque eso conlleve un agotamiento necesario, tanto al interesado como a todos los grandes apoyos no técnicos que tratan de allanar el empedrado camino de la conversación grupal.
Estoy de acuerdo con lo que dice al final, que el estrés conduce a un mayor agotamiento. Eso me pasó a mí en mi adolescencia y, cuando maduré, me di cuenta que no valía la pena estresarse por intentar enterarme de todo. Mis oídos no podían multiplicarse para llegar a todos los sonidos y a todas las palabras en una conversación. Así que decidí relajarme y pensar que si no me enteraba de algo es que no valía la pena. Sólo para lo importante hago un mayor esfuerzo, y entonces el cansancio valdrá la pena.