Alberto fue diagnosticado de diabetes mellitus en 2007, con 29 años. Comenzó el tratamiento con antidiabéticos orales, pero al tiempo tuvo que empezar a inyectarse insulina. Se tomó la enfermedad con cierta deportividad. Cosas de familia. A falta de otras herencias… Su hermana, por ejemplo, tenía 15 años cuando le realizaron el diagnóstico. Ella lo llevó peor. En teoría, a él le pasó con la adolescencia olvidada, con un cierto punto de madurez. Pero en su caso el golpe fue aún mayor.
Era un joven muy activo, como él mismo dice: “Yo estaba metido en todos los barullos, siempre de cachondeo, hablando con todo el mundo. De repente, empecé a oír menos, a no entender lo que me decían. Fue de golpe y porrazo. Un palo. Lo primero que hice fue empezar a aislarme”.
Hipoacusia bilateral. ¿Al mismo tiempo que la diabetes? Los médicos se alertaron y las pruebas lo confirmaron. El informe genético no deja lugar a dudas: se identificó en el ADN la mutación heteroplásmica m.A3243G en el gen tRNALeu (UUR) del ADN mitocondrial. Es lo que se conoce como diabetes mitocondrial, síndrome descrito por primera vez en el año 1992 por un equipo dirigido por Ballinger. Alberto tiene dañado el nervio auditivo y no hay operación posible para ello. Usa audífonos para paliar su discapacidad auditiva.
No se viene abajo. A pesar de las complicaciones de salud. Lleva una intensa vida social, amplía con facilidad su círculo de amigos. Pero hay una sombra planeando sobre su cabeza. Esta mutación genética puede provocar distrofia muscular, miocardiopatía o insuficiencia renal. Alberto tiene que estar muy pendiente de su salud y sometiéndose a revisiones periódicas. Y no pierde la sonrisa.