Investigadores de la Universidad Complutense de Madrid han desarrollado una teoría que explica la influencia de los sonidos del ambiente en el proceso de estimulación acústica. El estudio incorpora aspectos de la antropología, la historia o la neurociencia para afirmar que los sonidos que acompañaron a Mozart determinaron su manera de componer.
Los sonidos nos rodean desde antes del nacimiento. Estos sonidos influyen en la formación del ser humano, desde el punto de vista antropológico, cultural y neurológico. Por eso explica este trabajo que los sonidos del ambiente modelan las capacidades musicales del cerebro.
El autor principal del estudio, Javier Campos Calvo-Sotelo, publicado en Psychology of Music, explica que las influencias se dan desde antes del nacimiento, aunque luego se van modificando. Según la teoría, hay una afinidad sónica en cada persona que va cambiando por los estímulos ambientales. El papel de los progenitores, sobre todo el de la madre, resulta fundamental. En este sentido la voz materna y el ambiente del hogar ejercen la mayor influencia.
El ambiente que rodeó a Mozart era de pájaros, voces humanas, carros con ruedas metálicas… Dice otro estudioso, el compositor Murray Schafer, que existe una correlación entre estos sonidos y la música compuesta por él, con frecuencias medias y altas y con tonos graves muy ligeros.
Otro ejemplo. La maquinaria industrial del siglo XIX afecta a Rossini, que compone unas óperas con ritmo fuerte. Y el rock está asociado a motores de combustión, motocicletas, taladros, golpes de martillo, máquinas mezcladoras de cemento y el metro, elementos urbanos y típicos de la sociedad en la que nace, en los siglos XX y XXI.
“El estudio plantea la existencia de una afinidad sónica que obedecería a una serie de causas funcionales dentro de la lógica de la evolución de la especie humana”, sostiene Campos en su artículo.