Jamás olvidarán ese viaje en coche. Las circunstancias influyeron mucho en aquel episodio. Y eso que tenían quince días por delante para disfrutar en Galicia, un lugar que encanta a su madre. Pero Raquel y su marido también tenían pensado aprovechar las playas, la gastronomía, las excursiones culturales. El verano y sus vacaciones empezaban para ellos con un pronóstico excelente.
A Raquel le gusta conducir. Desde joven. Y a Mario no le importa cederle el volante. Él se considera un consumado copiloto. Pero en esta ocasión estaba obligado a darle conversación a su suegra. Porque ella no aceptaba de buena gana cuando los dos miembros de la pareja hablaban entre sí. Ese día estaba especialmente intrusa.
“Una vez que llegamos a destino comenzó a aclararse todo lo sucedido. Mi madre -explica Raquel- no paraba de meterse en la conversación porque no se estaba enterando de nada. Era su manera de luchar contra la incomunicación. Pero a mí llegó a hartarme. Y no me gusta enfadarme cuando voy conduciendo”
No sabía en ningún momento si se dirigían a ella en la conversación. No se enteraba de casi nada. Y para evitar el enfrentamiento con su hija recurría a su yerno para preguntarle de qué estaban hablando. “Fue la primera vez que nos dimos cuenta de que el audífono de mamá no estaba bien ajustado. Cuando me percaté del origen del problema me dio cierta pena, porque llegué a ponerme a cien”, cuenta Raquel.
Saber que no oía lo suficientemente bien relajó la tensión. Procuraron hacerse entender en esas vacaciones, que finalmente fueron a gusto de todos. Aunque la protagonista del viaje tenía muy claro que a su vuelta iba a buscar solución a su problema.