Este 5 de octubre celebramos el Día Mundial de los Docentes. Desde CLAVE nos sumamos a la celebración, pues somos conscientes de la trascendencia del trabajo de los profesores en el desarrollo de niños y jóvenes. Queremos aprovechar la ocasión para pedir al colectivo que incorpore a las aulas la educación contra la contaminación acústica, que aleccione a los alumnos en favor de buenos hábitos que eviten la generación de ruido y de protección de la audición.
Precisamente el 25% de los profesores en nuestro país sufren trastornos vocales en el desempeño de su función. Se trata de los profesionales con más riesgo de sufrir patologías de voz, sobre todo entre los que trabajan con niños pequeños porque el entorno es más ruidoso. En una clase con niños, si el ruido llega a los 65 dB y el docente quiere hacerse entender, tiene que hablar más alto, alcanzando los 70-75 decibelios. Desafortunadamente, numerosos estudios señalan que nuestras aulas son muchos más ruidosas que la del ejemplo, la reverberación supera los límites establecidos y el profesorado se ve obligado a someter su voz a un sobreesfuerzo continuado que finalmente puede provocar lesiones.
La causa más frecuente del profesorado para acudir al médico está en la disfonía: pérdida del tono, timbre o intensidad normal de la voz, y resulta muy frecuente en aquellos que la usan como instrumento de trabajo.
¿Por qué no invertir en mejorar las condiciones acústicas de las aulas como medida de prevención de posibles patologías en los docentes?