Si hay una cosa que resulta verdaderamente dañina para las personas con discapacidad es la excesiva protección de sus padres. Así lo demuestran algunos estudios y publicaciones del ámbito de la psicología y la psicopedagogía que advierten que los niños con necesidades especiales se deben caer como todos los demás.
En este sentido, cometer errores es la mejor forma de aprender en todos los ámbitos de la vida, y desvincularse del manto protector paterno se consigue con la experiencia vital (y necesaria) de enfrentarse a las dificultades sin ayuda. Esto pasa, en buena parte de las ocasiones, cuando uno se decide a probar suerte en otro país.
Desde mi experiencia personal de vivir una temporada fuera de España con una discapacidad auditiva, he de decir que las cosas no son tan diferentes: en todos los países también hay personas sordas, y por ende, la psicología estará más o menos desarrollada en el plano cultural del lugar de destino o no, pero siempre contando con esta variante: existe un grupo de población que reclama una ayuda que otros también necesitarían en otros ámbitos. Relación simbiótica, a ojos de los pensadores, e intercambio necesario, a ojos de los ciudadanos.
Una de los ejemplos que podría citar es la no adaptación de algunas tecnologías vitales que en España sí que serían accesibles. Éste es el caso de la telefonía, que cada país desarrolla con una receta propia y a la que cuesta adaptarse. En el caso de los países latinoamericanos, la diferencia es latente cuando aún no hay controles de volumen en los teléfonos públicos. Menos mal que en España existen unos dispositivos portátiles que incrementan el volumen del audio de cualquier auricular de teléfono.
Pero no siempre se tienen todos los dispositivos a mano. Y claro, tampoco siempre se es un experto en la lengua local, lo que dificultad enormemente la tarea de interrelación, y más si se tienen deficiencias auditivas. En ese caso, la vacuna se llama “Paciencia” y se acompaña, en la mayoría de los casos, de la empatía de otros.
Si en otros países existen personas sordas, tendrán mecanismos para moverse. Y amabilidad y buen hacer. Como es el caso de los autobuses en ciertas zonas de Centroamérica, donde no se ha desarrollado demasiado (o no ha tenido gran éxito) eso de las pantallas luminosas que indican la salida y llegada de los buses, y puede conllevar a la obligatoria interrelación con el conductor que va voceando el destino del autobús y la hora de partida.
También puede suceder que el conductor no esté de humor. En general, no sucede así, y si se explica que se tiene un problema de audición, el conductor reserva los primeros asientos para poder hacer una seña en el momento de bajarse del vehículo. En caso contrario, como los autobuses nunca van vacíos, siempre encontrarás respuesta a tu SOS en cualquier otro ciudadano.
¿Qué si con la apariencia de turista se aprovechan de ti? Pues no del todo. Muchos países en vías de desarrollo reciben con una gran amabilidad a los turistas y extranjeros, y los Estados más desarrollados, donde la prisa, el estrés y la constante optimización del tiempo forman parte de la coyuntura cultural son los lugares donde no has de tener problemas: para evitar la interrelación se instalan pantallas luminosas o sistemas de información adaptados a todo el mundo.
Aún así la tasa de error es alta. Y con ello, también la de autonomía, aprendizaje y aventura, que es parte del encanto que tiene vivir fuera: saber cocinarse sus propios guisos uno solo, acorde a las necesidades propias de cada uno.