Hay algunas situaciones típicas para las personas sordas que escapan de la percepción de cotidianeidad de las oyentes. Con nuestra destreza habitual y gracias al hábito y la costumbre, muchos de nosotros somos capaces de rebajar el impacto de estos problemas que surgen en el día a día.
Así, un corte de pelo puede convertirse en una pequeña pesadilla personal para una persona sorda que, justo en el momento en que le van a lavar al cabello, debe quitarse las prótesis auditivas que le mantienen en contacto con el mundo sonoro. Algunas personas optan por intentar hablar con el peluquero que va a llevar a cabo la operación y explicarle cómo debe hacerlo. Esto, no obstante, no evita que durante el proceso surjan nuevas incógnitas que deban ser resueltas.
Esta situación, incómoda siempre, viene a sumarse a las aparecidas no por ausencia de sonidos, sino por exceso de los mismos: un banquete de bodas, una celebración, una fiesta, una cena en un lugar ruidoso y en donde perderse resulta de lo más sencillo.
En ese momento, la paciencia de nuestros compañeros o amigos será nuestra mayor aliada, nuestra mejor amiga y más exprimida cualidad cuando, las notas de la música amenacen con perder el hilo de la conversación en el aire, o cuando, simplemente, queramos saber de qué canción se trata cada dos por tres.
Luego, sin embargo, prestar atención puede jugarnos una mala pasada: la lectura labial copa todo nuestro campo visual y, al caminar, no vemos venir las cabinas telefónicas, papeleras, personas y otros elementos merecedores de un inevitable choque.
Tres situaciones de lo más comunes y cotidianas en un mundo que no se pensó para las personas sordas pero que, con destreza y agilidad, como cuando pagamos de más (al no oír el importe que se nos indica) o cuando nos aprendemos el recorrido a realizar en taxi para poder guiar al conductor antes de que éste nos dé una vuelta exagerada.
“Herramientas”, que dirían algunos entendidos del tema, para sobrevivir en un mundo que, al igual que pensamos todos (oyentes o no), no está hecho a la medida de uno.
Agradezco tu empatia sobre la situación en la peluquería, pero tampoco lo calificaria de «una pequeña pesadilla.» Siempre las personas profesionales que trabajan en la pelu están dispuestas a hablarlo todo contigo antes de quitarte el aparato, y si en el caso que hay algo que no va según lo pactado, siempre se puede volver a conectarse al mundo oyente. Luego es un privilegio no tener que estar aguantando el ruido de 10 secadores de pelo a la vez. Se queda una tan contenta con el Vogue, Telva, Elle, Hola, y las 25 revistas de moda que no ha tenido tiempo de leer y un momento de paz. No es pa tanto, hija.
un besote.Dale
Me siento totalmente identificada con tu experiencia en el taxi. Llego al lugar de destino y pago lo usual, 3.000 pesos chilenos. Y para mi sorpresa son 6.000 pesos!!! He pensado en decirle al taxista: Soy sorda, por favor escríbame el precio de la carrera. Me tomarán por loca? Me da igual. No vuelvo a pagar el doble.
siii creo que hay que preguntar otra vez si no oiste…. hasta cuando el miedo de ser sordo, si estas pagando q te den un buen servicio , si no te lo dan , no pagues… y con respecto a la peluqueria, si es verdad q 1ro explicas y le dices soy sorda y lo quiero asi y asa….. pero muchas veces esas peluqueras hacen lo que se le antojen….. no solo le pasa eso a los sordos , los oyentes timidos o demasiados diplmaticos pasan por eso un dos por tres.