Está siendo muy difícil. Nos enfrentamos a algo de consecuencias imprevisibles y tal vez no estábamos preparados para ello. Habrá que reflexionar mucho cuando esta maldita pandemia de coronavirus pase. Algunos prefieren hablar de COVID-19, como si así hiciera menos daño. Todo el mundo conoce a alguien que está contagiado, o peor. El confinamiento y las noticias nos están haciendo mucho daño. En casa los nervios están a flor de piel. Yo me evado con videollamadas a amigos. Pero el trabajo con frecuencia me devuelve a la cruda realidad.
Muy difícil. Está siendo muy difícil luchar contra los bulos, contra la información sesgada, contra el catastrofismo, contra los virólogos de Facebook, contra el desconcierto. Todo hay que aclararlo, como que el implante coclear no añade un riesgo extra para adquirir infección por coronavirus. Tampoco es mayor la gravedad de la enfermedad si uno se contagia. Ha tenido que salir la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) a poner los puntos sobre las íes. Información, información y prevención es lo que necesitamos para hacernos fuertes ante esta pandemia. Pero también cautela, como dice la declaración de la SEORL-CCC: “No se conocen, en el momento actual, casos documentados en la literatura de infección del implante coclear debido a coronavirus (COVID-19)”. Debemos mantener las mismas medidas de higiene y distanciamiento recomendadas a la población. Lo único, siempre lavarse las manos antes y después de manipular el procesador.
Difícil, muy difícil trabajar así. Los que peor lo pasan son los que tienen que coordinar la tarea y repartirla. Casi todo está enfocado a noticias sobre el coronavirus y casi todo son preguntas, sin muchas certezas: ¿cuánto queda? ¿evolución de las cifras? ¿quién es el culpable? ¿cómo va a ser la vuelta a la supuesta normalidad? Tengo ya varios compañeros contagiados. A mí, de momento, no me ha tocado salir y puedo cumplir con los encargos desde casa. Pero estamos contando casos que nos dejan el alma rota, más allá de la disputa política, que a veces no entiendo: los testimonios de gente sin casa; las personas que están muriendo en las residencias, solas; la imposibilidad de despedirse de los seres queridos… Pero al mismo tiempo nos encontramos con la solidaridad de tanta gente, el trabajo y la generosidad de muchos.
Sé que la dirección no quiere que me ocupe personalmente de asuntos relacionados con la sordera. Lo entiendo y lo prefiero. Aunque estoy muy al tanto de todas las noticias relacionadas con los problemas de audición, desde el punto de vista de la atención, pero también sobre los últimos avances científicos. Por eso no he podido resistirme y llamé a una compañera para que se hiciera eco, sin que apareciera mi mediación, de un asunto que en estos momentos me preocupa bastante.
Esta maldita crisis, este horror, está afectando especialmente a las personas con problemas de audición, porque no tienen (no tenemos) garantizado el acceso a la información, en los medios, en el sistema sanitario, en los supermercados… Así que decidí llamar a Rosa, amiga y compañera de la sección de Cultura. Aparte de necrológicas de cantantes, escritores y artistas de todo el mundo afectados por el coronavirus, echaba una mano con otros asuntos, aunque todos ellos centrados en el tema estrella, el monotema de nuestras vidas.
—¿Cómo estás, Rosa? —y me moría de ganas de un abrazo largo—. ¿Tú bien? ¿Los tuyos?
—Bien, dentro de lo terrible que está siendo esto —noté un cierto optimismo que me hizo sonreír —Algún contagiado con el “bicho” de mi entorno, aunque de momento mi familia se está librando. Mis amigos afectados lo están pasando en casa con medicación. Pero claro, si rascas un poco y miras un poco más allá, lo que te encuentras es horroroso. Y seguir trabajando en informar de lo que está pasando te lleva a conocer casos trágicos detrás de las estadísticas. ¿Qué te voy a contar? Pero saldremos de esta y nos haremos más fuertes.
—Te voy a pedir un favor —le dije —Quizá yo no pueda plantear directamente asuntos relacionados con problemas de audición. Y he pensado que lo propongas tú. Creo que es una información de servicio que puede interesar a mucha gente.
—Soy toda oídos —contestó Rosa y las dos nos reímos con la ocurrencia, porque la risa es también una manera de escapar de esta maldición.
—Muchas personas con sordera recurren a la lectura labial para poder entender bien lo que les dicen. Yo misma a veces lo hago. Pero ahora es complicadísimo, porque el hablante lleva mascarilla. Imagínate en la farmacia, comprando en el supermercado o en un hospital.
—Interesante. Sigue, Anita.
—Deberían establecerse medidas especiales pensando este colectivo. En Estados Unidos están usando mascarillas con una franja de plástico sobre la boca. Aún no se ha avalado esta solución por la comunidad médica, pero es un primer paso. Esta es una iniciativa de una estudiante de Educación para personas con sordera y problemas de audición. Te mando enlaces y documentación. A ver qué se puede hacer.
—Me pongo con ello —contestó Rosa. Cuídate mucho.
—Y tú también.