Entraba dentro de lo previsto. En Italia ya había pasado con anterioridad y nosotros seguimos sus pasos. Lo llaman teletrabajo. No todas las empresas pueden hacerlo, pero un periódico sí se presta a ello. En una primera fase la mayoría de los redactores decidimos trabajar desde casa, para evitar las probabilidades de contagio. Se me hace raro conectarme con compañeros y jefes desde un portátil en mi domicilio, pero ahora mismo, tal y como están las cosas, con todo el país en cuarentena, no queda otra. Me han convocado a la reunión de hoy, que dirige Carlos Seco, el subdirector de Información. Gracias a un videochat podemos debatir la agenda y repartir tarea.
—Buenos días a todos —saludó Seco—. Esto es zafarrancho de combate. No tengo que explicaros la delicada situación de esta crisis. Tenemos dos frentes: contar a nuestros lectores lo que está sucediendo y evitar el contagio. Y toda la carne el asador en la edición digital. ¿Entendido?
Todos los conectados dimos la razón a Seco, con entusiasmo desigual. Porque la situación personal y familiar de alguno le mantenía más pendiente de lo que sucedía lejos del periódico. El subdirector nos hablaba desde su domicilio. Llevaba la mascarilla fuera de la boca, pero colgando del cuello. No quería eternizarse con preliminares.
—No vamos a comparar la información que hemos dado con la competencia. Vamos al tajo ya. Alguien de Economía que prepare una buena información con las consecuencias económicas del confinamiento de las ciudades si la crisis se alarga.
No era muy buena la comunicación con el sistema del videochat. A mí me costaba un poco seguir las conversaciones. Está claro, un implante coclear no te garantiza el 100% de la audición. Es necesario que las condiciones sean las mejores. Y ahora no se estaban dando. Si tengo que estar demasiado pendiente de lo que se dice, me pongo tensa. Y entonces puedo perder el sentido de las frases. Es la pescadilla que se muerde la cola. Seco prosiguió con determinación, metódico, tranquilo pero sin pausa
—Rosalía. Quiero una información destacada, con buenas infografías y documentación detallada. Evolución de la pandemia por países. Riguroso, científico, sin sacar conclusiones. Vale… ya sé que se ha hecho. Pero quiero algo mejor, más completo y más vistoso. Tenemos obligación de servicio público y algunas informaciones deben repetirse.
Rosalía ayudaba a Julia Ramírez en la supervisión del Suplemento de Salud. Que su jefa esté ingresada afectada por coronavirus suponía un reto añadido a su desempeño, amén de una preocupación añadida.
—Os cuento, aunque algunos ya lo sabréis, que Julia continúa ingresada, pero en buen estado. Los médicos no descartan que marche pronto a casa a seguir la cuarentena en su domicilio. Bueno, sigo. Ahora te toca a ti, Anita. Nos vas a hacer una buena crónica, ya veremos si en distintas piezas que ofrecer por partes, sobre la política de comunicación sobre la crisis: Gobierno y Ministerio de Sanidad, comunidades autónomas, comunidad científica… Nada de opiniones políticas. Juicio sereno, comparación con otros países. Apóyate en corresponsales de provincias y en el extranjero. Opiniones de sesudos analistas. No quiero comentarios de aficionados. ¿Dudas?
Ahora sí me enteré bien de todo. Se había ido difuminando el ruido que me impedía comprender con claridad.
—Todo OK, Carlos —respondí yo.
—Y ahora esto va para todos. Ya sabéis cuál es la línea del periódico, el rigor que nos caracteriza. No quiero ningún bulo ni imágenes fuera de contexto en el canal multimedia. Tenemos una gran responsabilidad y no podemos salirnos de nuestro papel para conseguir más audiencia. Tampoco debemos contribuir al pánico. Al contrario, toda la verdad, pero sin
sensacionalismo. Y fomentar la unidad de todos. Criticaremos editorialmente a quien intente sacar ventaja partidista de esta crisis. Estamos ante una situación completamente atípica, novedosa e histórica. Y como medio de comunicación de referencia tenemos que estar a la altura. Gracias por vuestro esfuerzo. A trabajar.
Me desconecté del videochat, pero dejé abiertos todos los demás canales con mis compañeros de redacción: Messenger, Whatsapp, móvil… No resulta tan sencillo trabajar desde casa cuando tienes que tocar muchos palos. No estamos precisamente en un momento en que resulte fácil recabar información.
Por mi condición de periodista estoy obligada a ser uno de los altavoces de las medidas que la población debe tomar para evitar un posible contagio. Lo hago con mi familia, con mis amigos más cercanos, con todo el mundo. Ahora con muchos de ellos solo puedo comunicarme a través de las redes sociales. Pero mi empeño sigue siendo el mismo: toma las precauciones necesarias y no salgas a la calle. Madrid precisamente es uno de los lugares con más incidencia del coronavirus.
Me preocupan especialmente aquellos compañeros que son enviados por el periódico a hacer trabajo de calle, para contar lo que está sucediendo. La policía permite el tránsito a la gente que se desplaza rumbo al trabajo o de vuelta a casa. Y algunos de mis compañeros están en el ejercicio de la profesión. Quién sabe. Quizá mañana tal vez me toque a mí salir a hacer un reportaje.