Con él, les vencí la batalla a todas aquellas personas que en su día creyeron que yo, por ser una persona sorda, no conseguiría comunicarme en inglés con cierta soltura. Conseguí también más autonomía para viajar y más independencia para entender otras realidades, a través de una escucha directa, sin intermediarios.
Logré terminar mis estudios en una universidad pública sin atención personalizada, lo cual me dotó de las herramientas personales y profesionales para sacarle el mayor provecho a los conocimientos aprendidos.
Identifiqué las percepciones de los demás por mí misma, en su tono, en su forma de hablar y en sus gestos, sin tener a otra persona que me tradujese el mensaje en una versión resumida del contenido, conseguí reírme en tiempo real de los chistes que cuenta mi primo en Navidad y aplicar su misma gracia para contarlos yo.
Aprendí a escuchar y entender la radio, a diferenciar los sonidos sin más ayuda que la suya y la de mi imaginación y aterricé en el mundo de la música para comprenderla y sentirla como pocas veces antes, a juzgar las canciones por cómo suenan y no sólo por el mensaje que contiene la letra, a disfrutar de cómo esta unión (letra y música) hace la fuerza.
Son tantas las cosas que he conseguido de su mano, que ahora, si me preguntasen cuáles son las cosas sin las que no podría vivir, una de ellas, sin duda sería el implante coclear. Para contestar a esta pregunta, pudiera haber pensado en muchas otras cosas que rodean mi vida y sin las cuales me siento impotente, pero tengo que admitir que, en clara conciliación con mi condición de persona con pérdida auditiva, decidir realizarme una operación de implante coclear marcó un alto en mi camino, un antes y un después en cuanto a la gran cantidad de oportunidades nuevas que se mostraron ante mis ojos.
El pasado 25 de febrero, la tecnología del implante coclear cumplió 56 años en una clara situación de incertidumbre. Aquel que me ayuda a mí en mi día a día y a tantas otras decenas de miles de personas que tomaron esta (acertada) decisión en su día, hoy sufre las consecuencias de los recortes en su financiación o cobertura de las piezas.
Hay quienes, por culpa de la crisis que viven los países (administraciones y personas, pero sobre todo, personas), han perdido el trabajo con el que podían costearse las piezas que la Seguridad Social ahora les deniega y que resultan imprescindibles para un correcto funcionamiento y aprovechamiento de los implantes. Hay historias que giran en torno a una sucesión cíclica de acontecimientos que podríamos resumir en tres pasos: “No tengo trabajo”, así que “no puedo comprar piezas para mi implante coclear” y sin ellas, “pierdo cualidades competitivas en las entrevistas de trabajo” y vuelta a empezar.
La pescadilla que se muerde la cola no termina nunca y trae consigo una aterradora conclusión: la impotencia del individuo para poner todos los medios a su alcance para conseguir un empleo o desarrollarse como profesional y como ciudadano. Es como dar carpetazo a años de progreso y de investigación, de mejoras técnicas y de incremento de la autonomía personal, por la dependencia de un sistema que torpedea el desarrollo personal de los ciudadanos.
En el Día Mundial del Implante Coclear, que coincide con la primera operación realizada en el mundo, en 1957, es doloroso ver cómo aquello a lo que en su día tuviste acceso y que te cambió tanto la vida, quizás no lo puedas utilizar, por no mencionar la pena que se siente al saber que es la coyuntura económica de las familias las que toman la decisión de rechazar la operación de implante coclear por no poder hacer frente al gasto que eso supone.
Es muy triste ver como se retrocede a grandes zancadas todo el camino realizado en la mejora de la tecnología y la universalización de su uso. Es lamentable pensar que la experiencia continúa y no tienes cómo costeártela y que cuando acudes a la Administración para hacer frente a la adversidad, ellos –paradójicamente-, hacen “oídos sordos” porque, dicen, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.
Fantástico !!!.
Que pena!
Estoy de acuerdo contigo.
Son momentos difíciles tanto por los recortes como por la suspicacia del entorno en el que nos encontramos.
La crisis económica, genera falta de empleo o destrucción del mismo para otras personas y el pensamiento actual es : «yo no tengo la culpa de que sea sordo»..Como la comunidad sorda no se mantenga unida en estos momentos, seremos uno de los colectivos de discapacidad más vulnerable
al no estar tan representados por las instituciones.
¡Suerte a todos¡