Uno de los atractivos del verano es la asistencia a conciertos. Disfrutar de la música puede ser un placer, pero hay que ser conscientes de los peligros que conlleva.
La exposición a ruidos elevados, como la música a todo volumen, puede ser el factor desencadenante de problemas auditivos. Las personas que acuden a conciertos o a discotecas incurren en más riesgos.
El umbral diurno de ruido que establece la Organización Mundial de la Salud es de 65 decibelios (dB). Para las noches la OMS marca unos niveles por debajo de 30 dB. El peligro comienza a partir de los 85dB. La exposición prolongada a altos niveles de ruido provoca lesiones que afectan a la audición.
Cuanto más alto es el sonido menor es el tiempo que transcurre en convertirse en peligroso. Un minuto de concierto puede bastar para dañar el oído. Las dos grandes herramientas de prevención para limitar estos daños son el uso de tapones y alejarse de la fuente sonora. Estas dos medidas resultan poco compatibles en la práctica con la asistencia a un concierto.
Hay que conocer los riesgos y por ejemplo salir del local o alejarse de las fuentes de ruido para que descansen los oídos. Separarse de los altavoces es una buena opción. Los empleados de discotecas ya usan tapones para reducir el impacto de la música alta.