Nunca sabemos lo que la vida nos va a deparar. Por mucha insistencia que pongamos en los actos. Rosario estudió primero Filología, pero pronto apostó por la enfermería como profesión. Su hermano Carlos empezó a estudiar periodismo. Soñaba con dedicarse en cuerpo y alma a este oficio. Sus amigos decidieron prepararse oposiciones para ingresar en una empresa pública de transporte. Y Carlos sintió que le nacía otra vocación porque veía a sus allegados tan felices en el desempeño de su trabajo.
Rosario nunca se lo ha dicho. Pero cree que tenía que haber seguido estudiando Periodismo. Carlos es más pequeño. Siempre ha sido muy protectora con él. Y sobre todo ahora que faltan sus padres. Por eso está preocupada últimamente. Él se queja de que no oye bien. Pero no quiere hacerse prueba alguna. “Es que me estoy haciendo viejo, hermanita” es la excusa que siempre le pone.
Como empleada del sistema sanitario, Rosario se pone inmediatamente en manos de especialistas para que diagnostiquen sus dolencias cuando sospecha que algo falla. Por eso no entiende las reticencias de su hermano.
— Pueden ser mil cosas, Carlos. Lo mejor es que salgas de dudas. No puedes estar así mucho tiempo más —le dice Rosario.
— Para la vida que llevo. Prejubilado. Sin especiales aficiones. No necesito mucho para estar bien. Subo el volumen de la televisión y ya está.
— No intentes engañarte a ti mismo. Hazte las pruebas. Necesitas un diagnóstico. No saques conclusiones anticipadas sin que hayas acudido al otorrino. ¿Quieres que te ayude con la cita?
— No. Déjalo. Ahora me vuelvo una temporada al pueblo. Seguro que allí se me pasa. Ya verás.
Rosario cree que podrá convencerle. No quiere dejar pasar la pérdida de audición de Carlos como si no tuviera importancia.