Los periódicos nos han convertido hoy en día en algo que hace cinco o seis años atrás no éramos: auténticos expertos en economía. Raro es aquel que no está al tanto de los avatares de la prima más conocida del panorama actual (la de riesgo, claro está) y muy poco actualizado está quien no conoce las situación de desempleo, déficit y deuda de los países de la Unión Europea.
Sin embargo, para las personas sordas, la crisis no es ese fenómeno de desaceleración del crecimiento que se generó en 2008 en algunos países (potenciales, prósperos y desarrollados). Añadida a la coyuntura de ajustes, las personas sordas mantienen otro tipo de ajuste constante en el gasto: la obtención, mantenimiento y reparación de sus prótesis auditivas.
Pareciera un lujo o un capricho de ésos que luego se convierten en necesidades. Como quien se compra un iPhone, aquel que decide pasar una semana en Noruega o el que se compra un abono de fútbol para ver a su equipo favorito disputar todos los partidos de Liga. Pero no es así. En el mundo de las prótesis auditivas, primero hay una necesidad y después, si acaso, un lujo derivado de la misma. Es decir, primero necesitas el audífono o implante coclear para conectarte al mundo, antes de comprar las carcasas de esos colores que combinan más con tu pelo.
De pronto, un día de 2008 que ahora no recuerdo en qué día de la semana fue, el dinero se convirtió en importante. En realidad, no. No para esas personas que se gastan un dinero de considerables dimensiones y que significan semanas y semanas de trabajo (a veces, meses y años) en un artilugio con el que, precisamente, poder trabajar.
Ni capricho, ni lujo. Una necesidad. De ésas tan necesarias y caras que demuestran que este problema no es una elección y que en estos asuntos, apenas hay elección. Por eso, no es algo prescindible.
La crisis ha llegado, hace unos años, pero no para las personas con discapacidad auditiva: la crisis está en el momento en que se tiene la necesidad y no se tiene el dinero. Ni la garantía de que el estado va a responder. Las personas con discapacidad auditiva, desde que son conscientes de la necesidad, suelen desarrollar un enorme sentido del “colchón económico” para dejar algo de dinero reservado “por si acaso”. Precisamente, para estos casos.
El próximo 25 de febrero se celebra el Día del Implante Coclear y en España, con crisis o sin ella, el panorama es el mismo: desigualdad entre regiones en la cartera de servicios ortoprotésicos y un estado que no ve aún la necesidad de mantener este patrimonio.
Imagino, tristemente, que algunas personas con deficiencia auditiva han protagonizado un caso de pérdida de trabajo y han visto cómo el cinturón ha de ajustarse más para hacer frente a lo imprescindible: estar comunicado. Con o sin crisis económica. Porque las personas con discapacidad y sin cobertura de los gastos son, en realidad, los mejores gestores de la economía: no pueden contar con nadie más que con ellos mismos. Y, en el fondo, ésa es la crisis: la de la despreocupación.