Blanca es tímida. Vive principalmente para adentro. Se piensa mucho las cosas y se fija en todos los detalles y matices. Para ella la existencia no es un continuo de blancos y negros. Y pone mucho empeño en no dar argumentos de brocha gorda, aunque le cueste hacerse entender. Ha reflexionado mucho sobre si su disposición a la reflexión tiene que ver con su discapacidad auditiva o es causa de su carácter: “Yo me recuerdo desde niña envuelta en ensoñaciones. Tal vez mis problemas de oído en la infancia me hicieran más reservada”.
La familia ha sido desde siempre uno de sus principales apoyos: “Recuerdo a mis padres siempre protegiéndome, sobre todo desde que me puse los audífonos. Pero ese plus, porque ellos pensaban que necesitaba más, lo ejercían de una manera muy sutil. Ahora lo puedo ver más claramente. Hicieron todo lo posible para que aprendiera a valerme por mí misma, pero siempre estaban ahí, un poco invisibles, como la red de un trapecista”.
Quizá por eso, porque lo ha visto en casa, porque ha significado mucho en los años más difíciles, Blanca se considera una persona muy familiar: “Entre los míos siempre me he sentido no especial, me he sentido una más del grupo. Y aquí tengo que citar a mi hermano pequeño. Es un amor. Todo cariño y buenos sentimientos”.
Por ello, de manera natural, en determinado momento Blanca se vio inmersa en un proyecto de familia. Primero con su pareja, después con la llegada de un hijo que ahora es universitario. “De lo que más me acuerdo cuando él era bebé era su interés por mis audífonos. Supongo que lo mismo que les pasa a los nenes con las gafas”, explica.