Ahora toca disfrutar de la vida. Es el mayor empeño de María, a quien le ayuda en su propósito su carácter vitalista: “Hago un par de cursos al año y sobre todo salgo mucho. Tengo varios grupos de amigos y días para elegir con quién salir. También quedo con compañeros de los cursos”.
Las posibilidades que genera el planeta ocio favorecen los gustos de María: “Me encanta nadar. Voy a al mar y a la piscina. Antes acudía con más asiduidad a las piscinas climatizadas en invierno, pero ahora me da pereza. Por supuesto, para nadar me quito el audífono, aunque hubo una ocasión, en la piscina de la urbanización de mi hija, que no me di cuenta. Menos mal que lo advertí al poco tiempo y que no llegué a mojarlo”.
El cine y el teatro son otras aficiones de María: “La acústica de las salas suele ser buena. Yo no tengo problemas salvo que el audífono falle en ese preciso momento, que a veces sucede. Entonces me puedo enterar de la película a la mitad”.
Aunque intenta hacer una vida normalizada María se topa con algún suceso que le recuerda que tiene una pérdida de audición. “Me he apuntado a un curso de relajación. No me queda otra que sentarme al lado de la profesora porque tiene una vocecita tenue. Ella lleva pinganillo con un pequeño altavoz, pero no siempre funciona. A veces tiene que dar un golpecito al aparatito. Por si acaso me siento a su lado por si no la oigo. Pero no soy la única persona. Yo llevo audífonos, pero me ha dado cuenta de que hay muchísima gente que oye mal y no lo dice”.