Tiene 39 años. No le asusta cumplir 40 y pasar fronteras. A fin de cuentas la vida consiste en quemar etapas, ir de un lugar a otro, física o mentalmente. Él puede hacerlo a diario, porque le gusta la carretera y su trabajo le lleva del uno al otro confín. Hace doce años A. comenzó tener problemas de audición y desde 2011 lleva audífonos. Precisamente el próximo mes de julio cumple seis años con ellos. Tal vez incluso lo celebre con los amigos, que tiene un buen puñado.
Se considera un soñador porque alguna de sus ilusiones no han podido cumplirse, como la de estudiar Filología. Las calles de Villaverde, en el sur de Madrid, le curtieron en lo que El Fary llamaba la universidad de la vida. La poesía y la música, la música y la poesía, tanto monta, monta tanto, resuenan en su cabeza. Gracias a ellas siente que está vivo. Más vivo.
No le gustaría tener que elegir. Versos y pentagramas. Para él son manifestaciones de un arte poderoso que traspasa el espíritu. Sus momentos de ocio son un frenético deambular de un micro abierto de poesía a un concierto en Libertad 8, de la presentación de un libro a una actuación en Galileo Galilei.
No le frenan los audífonos. Adora la música. Aunque sabe que esa maravilla le puede ocasionar problemas graves. La exposición a ruidos elevados es un peligro, sobre todo para las personas que acuden a conciertos. Pero A. es un devoto de la música con fondo. Huye de los macrofestivales y del ruido excesivo y asiste con verdadero entusiasmo al renacimiento del género de los cantautores.
Su amor por la música le ha llevado a escribir un blog sobre las principales actuaciones de canciones de autor en locales de la capital. A. vive la música. Y se le nota. Los audífonos no son una barrera. Al contrario. Le ayudan a disfrutar.