Rosario está bastante preocupada por la actitud de su hermano, que no quiere enfrentarse a su problema. Conoce la terquedad de Carlos y sabe que le va a costar un triunfo convencerle. “Supongo que su pérdida auditiva está asociada a la edad, aunque hasta que no le revise el otorrino no podremos salir de dudas”, explica Rosario, a quien su ejercicio como enfermera en Urgencias le da cierta autoridad por conocer el sistema sanitario.
Lo que realmente inquieta a Rosario no es la posible pérdida de audición, porque si es así solo cabe buscarle soluciones para mantener la calidad de vida de Carlos. La manera de actuar de su hermano le ha recordado esos estudios que indican que su situación puede llevarle al aislamiento, incluso a la depresión o el deterioro cognitivo: “Desde que se jubiló, sus relaciones sociales han disminuido. No tengo claro que lleve ahora una vida con total autonomía. Nunca ha dormido muy bien, pero supongo que desde que ha perdido audición su calidad de vida se estará reduciendo. Esto es una especie de pescadilla que se muerde la cola. No oye bien, no se comunica y se encierra todavía más”.
Aunque le resulte titánica la tarea que se ha propuesto, por el bien de su hermano y por su conciencia, debe convencer a Carlos con todos los argumentos médicos y personales que se le ocurran: que falta todavía el diagnóstico, pero que si estuviera perdiendo audición será un proceso lento, que no se conocen las causas, que todos nos hacemos viejos, que ha llevado una vida sana y debe continuar haciéndolo.
No existen en su caso antecedentes familiares. Ya dejará para más adelante (si fuera necesario) que existen recursos como el uso de audífonos.