Querido diario. ¿O mejor tendría que decir querido blog? No vamos a discutir ahora por la forma de llamarnos. Serás por una parte mi ventana al mundo y por otra el cofre donde guarde mis sueños. Por suerte mi trabajo, periodista, consiste en informar a los demás de las cosas que suceden, para que las comprendan mejor. No tengo, por tanto, una necesidad especial de contar: ya lo hago diariamente. Pero sí aspiro a tener un lugar propio, un reducto íntimo. Desde aquí compartiré mis momentos con vosotros. Sí, ya sé, los diarios suelen ser secretos. Pero ahora estamos en el siglo XXI. Las cosas pueden ser un poco como queramos.
Vamos a presentarnos. Se me olvidaba. Anita Campana. Ese es mi nombre y así me gusta. Porque sin el diminutivo vamos fatal: Ana Campana. Vaya rima consonante más fea. Cuando pasaban lista en clase podía librarme de ese efecto, porque lo que pone en mi documento nacional de identidad es Ana María Campana Rodríguez.
No lo quiero dejar para el final, pero soy sorda. O una mujer con discapacidad auditiva, como parece más correcto hoy en día. La verdad es que yo prefiero que me llamen Anita, me define más. Pero para no dejarme detalles (no me gustan las carencias en la comunicación) los médicos dijeron a mis padres que tenía “hipoacusia bilateral severa a profunda”, ¡qué palabrejas! Las pruebas que me hicieron permitieron detectar la sordera con prontitud.
Dicen los antiguos que a una mujer nunca se le pregunta la edad. Yo siempre digo que veintitantos. Veintipocos, para ser más exactos. He leído por ahí que los millenials son aquellas personas nacidas entre 1981 y 1996. Entonces, por muy poco, soy millenial. Pero eso apenas explica lo que soy. Cada persona es un mundo, por muy conectados que estemos todos. Sí, estamos inmersos en la era de internet, los gadgets y las redes sociales. Precisamente las redes pueden llegar a ser vitales en mi trabajo. Me molesta cuando se pone en tela de juicio las capacidades de mi generación. Parece costumbre criticar lo nuevo y querer vivir siempre en la nostalgia de otros tiempos. No es sano. Un día sucede a otro y así siempre. A los que sienten la modernidad como amenaza les puedo decir que yo soy un poco menos sorda (o mucho menos) gracias a la tecnología.
Soy periodista en el comienzo de su carrera. Siempre consideraré que estoy en formación. Acabo de dejar mi periodo de becaria para comenzar en otro nivel: contrato en prácticas. Sobre ser becarios sólo me apetece contar que nosotros mismos nos denominábamos precarios. En el periódico (trabajo en un diario de los importantes) hago información sobre medios de comunicación, para el papel y para la web. Pero cuando puedo colaboro con la sección de Cultura. Como en el colegio, a mí me llaman Campana. Por eso cuando el redactor jefe requiere mi atención al grito de “Campana, Campana”, por la redacción se extiende cierto murmullo y alguna risa contenida. A mí también me hace gracia. Sobre mi “cacharro” en la cabeza, ningún comentario, ninguna broma. Me tratan como a uno más. No tengo nada en lo que basarme, pero intuyo que la sociedad de ahora es mucho más comprensiva con las personas como yo.
Recuerdo que mi madre canturreaba una canción todo el rato. No se me quitan de la cabeza alguna de las frases, como “¿A qué dedica el tiempo libre?” Yo era muy pequeña para comprender el significado. Ahora ya sé que la cantaba un tal José Luis Perales. No es mi favorito, claro, pero sonrío y rememoro aquellos instantes cuando alguien me dice, imagino que con sorna, que a qué dedico mi tiempo libre. Mi tiempo de ocio lo dedico a los amigos, a la literatura, al cine, a salir al campo….
Mi familia ocupa un lugar muy destacado en mi vida. Desde una cierta distancia (supongo que para que no se notara mucho) mis padres han estado siempre ayudando a que me sintiera “normal”. Han procurado estimular mi confianza y mi amor propio para que me valiera sin dificultades en un mundo con muchas barreras, no siempre visibles. Ana y Juan. Mi hermano y yo nos llamamos como ellos. Aquí no se rompieron mucho la cabeza. La imaginación no es su fuerte.
Mi hermano es un amor, aunque siempre le ha gustado chincharme un poco. Y luego está mi tío, Alejandro. Es la caña. Si su profesión de informático le dejara más tiempo libre, seguro que nos asombraría con algún invento. Siempre está enredando. Y sus palabras de justificación siempre son las mismas: “Si tuviera más tiempo podría ser el Alexander Graham Bell español”.
Aquí también hablaré de mis amigos y, cómo no, de los chicos. De los que me gustan, de los que no, de lo que espero de la amistad, de lo que sucede cuando se sienten mariposas en el estómago. Soy una chica de mi tiempo. Y como todo el mundo, yo también tuve mi primer amor. Pero de eso ya hace mucho tiempo. Sí que me fijo en las listas de los españoles más guapos. Pero hay más cosas aparte de la belleza.
Considero este diario un espacio reservado. Escribiré de lo que quiera con total libertad, pero también me callaré aquellos asuntos que considere muy míos. Querido diario, espero que esto sea el principio de una gran amistad.