María se hace la remolona. Está dando largas a colocarse el audífono que necesita. Para el otro oído. Ya está superada la crisis de la financiación. Sus hijas y su hermano son una piña y van a ayudar en todo lo que sea necesario, no solo en lo material. Pero ella aprovecha los tiempos muertos que va dando la vida en el día a día y lo pospone sin motivo.
Laura y Susana tratan de evitar el bloqueo de su madre. No lo tienen fácil.
— Acuérdate —explica Susana a su hermana— cuando conoció a aquel señor que tanto le gustaba. En su primera cita quedaron en ir al cine. Como mamá es así, pues se quitó el audífono. No se enteró de nada de la película ni de la conversación con él, supongo, pero esa fue su ocurrencia para causar mejor impresión al caballero. A mí me decía que lo hizo porque le pita el audífono en el cine.
— O las broncas con la vecina —respondió Laura— porque se quitaba el audífono en casa y ponía la televisión al máximo volumen.
Las dos hijas han decidido hablar seriamente con su madre. Intentar convencerla de que no puede seguir así, que es preciso que se ponga el otro audífono si quiere recuperar cierta calidad de vida. Los argumentos apelarán al sentido común, pero María es tozuda. Además, no atraviesa su mejor estado anímico. Algunos problemas de salud la han llevado a una situación un tanto negativa. Le cuesta ver las cosas con serenidad. Laura y Susana tienen trabajo por delante, pero se han conjurado para que su madre entre en razón.