Este 31 de octubre hemos celebrado el Día Mundial de las Ciudades, instaurado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2013. Entre las grandes preocupaciones que afectan a los ciudadanos se encuentra sin duda el ruido, una de las lacras de nuestra sociedad.
España es la segunda nación más ruidosa del planeta. Sólo nos gana Japón. Y esta plaga resulta especialmente letal en las grandes capitales. Madrid se lleva la palma. Los arquitectos han hecho llegar a la alcaldesa Manuela Carmena setenta cartas con las quejas del sector. La basura, la operación Chamartín y el ruido copan los asuntos tratados. En su misiva, Israel Alba dibujó una viñeta en la que se lee la crítica de un madrileño: “Es imposible que vaya bien un país que tiene unas 3.000 clases de ruido”. Reflexión a la que añade otra sentencia: “El ruido urbano nos afecta a todos, afecta inevitablemente al urbanismo, a la arquitectura y a nuestra calidad de vida”.
Ya se sabe que la exposición al ruido tiene efectos nocivos: pérdida auditiva, estrés, trastorno del sueño, ansiedad, pérdida de memoria, dolencias cardiovasculares, alteraciones del sistema respiratorio y del endocrino y dificultades en el aprendizaje de los niños.
El ruido del tráfico ocasiona graves trastornos, hasta el punto de que aquellas personas que conviven con él tienen mayor peligro de sufrir una depresión. También se relaciona el ruido con los nacimientos de bebés con bajo peso.
Desde esta pequeña ventana insistimos una y otra vez a los ayuntamientos: deben establecer medidas para reducir el ruido, para que la tranquilidad reine en nuestras calles. Es la mejor manera de celebrar un Día Mundial.