Tiene sus cosas. Es muy suya. De puertas afuera todo el mundo piensa que está ante un ser maravilloso. Consecuencia de su fuerza seductora. Pero en las distancias cortas puede llegar convertirse en una persona con cierta tendencia a la manipulación. Desde el respeto y el cariño es fácil comprenderla. Pero hay que mantener la atención. Así piensa Raquel de su madre, de quien ha heredado esa manera positiva de enfrentarse al mundo.
Seguro que tiene días en los que se viene abajo, pero la sonrisa en la cara aparece casi siempre. Se cae y se vuelve a levantar. “Yo de mayor quiero ser como mi madre”, confiesa Raquel a su círculo más íntimo. Ni la pérdida de audición ha podido con su entusiasmo.
Sospecha Raquel sin embargo que en lo más profundo del alma de su madre hay una pena por el paso de los años y sobre todo por tener que llevar audífonos para poder comunicarse de una manera más o menos normal con su entorno, para poder disfrutar de los pequeños placeres que le otorga la vida, de sus aficiones… En definitiva, del día a día. Pero ella no se lo va a permitir a sí misma. Necesita que la fuerza le sirva para recuperarse de los pequeños baches. Y no lo hace por disimular. Es por ella misma.
Al poco de empezar a usar los audífonos, en vez de venirse abajo, decidió empezar a ayudar a los más necesitados. Desde entonces colabora como voluntaria en algunas fundaciones que se ocupan de gente que está atravesando momentos de difíciles. Cada cierto tiempo la puedes encontrar en algún supermercado pidiendo alimentos en las campañas organizadas para ayudar a los que menos tienen. Raquel se conmueve con esa actitud. Sí. Definitivamente. De mayor quiere ser como ella.