Madrid celebra del 24 al 28 de febrero la 35 edición de ARCO, una de las ferias de arte con más renombre en el panorama internacional. El gozoso encuentro con el talento y la novedad no puede hacer olvidar que el acceso de las personas con discapacidad auditiva al mundo de la creación es un obstáculo la mayoría de las veces insalvable.
Francisco de Goya (1746-1828) es el paradigma del pintor con deficiencia auditiva. De hecho, la residencia donde gestó sus pinturas negras es conocida como la Quinta del Sordo. Su sordera deriva de una enfermedad que contrajo en 1793, durante un viaje a Andalucía y provocó que abandonara cuatro años después la dirección de Pintura de la Academia de San Fernando. Es lugar común que su sordera le atormentaba tanto que influyó en la oscuridad de sus últimos cuadros.
Otro caso llamativo lo protagoniza David Hockney, considerado el artista británico de mayor influencia del siglo XX. En 1970, cuando contaba con 32 años, su audición comienza a empeorar como resultado de un problema congénito. En 1993, Hockney busca infructuosamente modelos llenos de color, como su propia obra, hasta que Beltone Electronics se los hace. Así se abrió la puerta al color y a la personalización de audífonos y moldes.
Un ejemplo más cercano lo tenemos en Juan López Fernández, más conocido como Jan. Es un historietista autor de personajes tan populares en el mundo del cómic español como Pulgarcito o Superlópez. A los seis años se quedó completamente sordo. Fue entonces cuando sus padres le animaron a que se dedicara al dibujo, pues su discapacidad auditiva no suponía un problema para centrarse en esta especialidad. Pero Goya, Hockney o Jan son excepciones en un mundo que no entiende las diferencias.