A Susana le extrañó muchísimo el mensaje de voz que su madre le había dejado en el contestador del móvil. Estaba con nuevos cometidos en la empresa y muy volcada en las tareas que la estaban encomendando. Volvió a escucharlo y la perplejidad cedió un poco. A fin de cuentas, María es un poco melodramática. Le gusta exagerar.
— Susana, hija. He tomado una decisión definitiva. Por fin voy a empezar una nueva etapa.
Cuando se lo puso por tercera vez le entró la risa. Era la forma que su madre tenía de decir que ya era hora, que iba a comprarse el audífono. Quiso, no obstante, asegurarse de que su interpretación era la correcta. Cuando tuvo un momento libre salió de dudas.
— Mamá, no te he podido llamar antes. Cuéntame. ¿Qué es eso tan importante que tenías que decirme?
Susana sabía que era mejor envolver la conversación en cierto misterio.
— Pues que ya he estado en una tienda para comprarme el audífono. Quiero de todas maneras que me acompañes. Me agobio mucho con las cosas que me dicen y prefiero que estés tú cerca para que te enteres de todo. Me hacen un descuento especial por el día de los enamorados.
Esta declaración de intenciones irritó un tanto a Susana, que no comprendía que su madre buscara ofertas en algo tan delicado como la salud.
— Claro que voy a acompañarte. Y voy a hacer todas las preguntas del mundo. No es lo mismo adquirir un audífono que unas salchichas en un hipermercado. Aquí lo del 3×2, ya sabes, llévese tres y pague dos, no procede.
A María le entró la angustia por si no estaba eligiendo correctamente. Susana la intentó tranquilizar. Aunque no le gustaba que su madre dependiera cada vez más de ella.