A principios de los años ochenta una banda de rock llamada Coz cantaba “Las chicas son guerreras”. Teresa se considera a sí misma una guerrera. Cree que gracias al implante se puede defender: “Considero que estoy al 80% de posibilidades. Pero me lo he trabajado mucho. Ahora cojo el móvil y puedo hablar. En el cine a veces me encuentro muy bien. Aunque hay lugares con mucho ruido donde no oigo. Entonces me cierro un poco”.
Como buena guerrera se muestra exigente con todo, también con sus dos implantes, a los que pide unas cuantas cosas básicas. Los lleva desde que se levanta hasta que se acuesta y ha tenido que cambiar tres veces cada procesador. “Para mí es fundamental que puedan entenderte -explica Teresa-. Ahora puedo ir al médico sola. Cuando voy en metro también necesito poder oír el nombre de la siguiente estación. O el ruido de la lavadora cuando centrifuga o se ha parado. Y la olla. Y cuando llueve. No me imaginaría no tener los implantes. Estaría más apartada de todo”.
Le da rabia que la gente no sepa qué es un implante. Ella está reimplantada en los dos oídos. Una vez porque hubo una partida con defectos técnicos y en la otra no saben por qué falló. “Como las chicas nos tapamos el pelo, la gente no es consciente de que lo llevamos. Somos más disimuladas que los chicos”, comenta.
Y le gusta asesorar a la gente sobre los implantes cocleares: “Cuando alguien pregunta intento aconsejar y decirles que está bien. Yo siempre aporto aspectos positivos. Si lo trabaja va a tener muchas cosas buenas. Los implantes han sido algo muy positivo en mi vida y no me arrepiento de mi decisión”.
Sabe que depende del tono la palabra sordo puede molestar: “Hay personas que no aceptan que haya otras que no oyen. Cuando esto sucede me hundo, pero me levanto rápidamente, y sigo y sigo”.