No es de mirar atrás. Silvia está reñida con la nostalgia, para lo bueno y para lo malo. Piensa que regodearse demasiado en el recuerdo nos puede llevar a no avanzar, a no hacer planes, a dejar de pensar en el día a día. Es una mujer práctica, pero no por ello pasa página sin más.
En su estilo de vida no cabe la falta de reconocimiento de lo que ha sucedido, aunque no se pare mucho a profundizar en determinadas circunstancias. No quiere rememorar sus primeros problemas con la audición. Pero lo que no puede olvidar es a aquellos que brindaron su protección, su entrega.
Hasta que se puso los audífonos y pudo volver a formar parte del mundo de una manera más natural, sus padres siempre estuvieron allí. “Alguno pensará que es lo que hacen todos los padres -explica Silvia-, pero en su caso considero ejemplar el comportamiento. Porque supieron guiarme (era una niña) pero sin sobreprotegerme. En su mente estaba que yo alcanzara autonomía”.
Sus dos hermanos, más jóvenes, siempre la tuvieron como referente, por su fortaleza, por su ánimo. Ellos crecieron fijándose en el ejemplo de su hermana, a la que adoran. “Yo fui para ellos la lideresa sorda”, se permite la broma Silvia.
“¿Cómo hubiera sido mi vida si los amigos me hubieran dado de lado por llevar audífonos, que no son muy fashion que digamos? Porque estas cosas ocurren. O si me hubieran hecho la vida imposible en el trabajo”, comenta Silvia. Porque es consciente de que hay otras personas como ella que sufren discriminación e incluso burla.